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Todo conflicto empieza en uno mismo.

Son muchos los conflictos que se pueden dar en un aula: la mayor parte de ellos entre iguales, pero también existe algunos que confronta al profesor y al alumno.


Dejando de lado todo hecho escabroso, anécdotas variopintas y demás situaciones surrealistas que más de uno, y más de dos, habremos vivido, os voy a presentar un conflicto que aparece de manera habitual en las aulas y es, la negativa de un alumno a realizar alguna de las actividades que se organizan en las clases. ¿Qué debemos hacer?
  • Pensar por qué ocurre este comportamiento: Hay que intentar conocer a los alumnos, para comprender que hay de fondo ante la negativa a realizar una actividad (normalmente suele haber algo que les mantenga preocupados, molestos, ansiosos o con emociones difíciles de manejar: baja autoestima, problemas de ira, depresión, o un comportamiento de trastorno de aprendizaje). 
  • Hay que observar y no confrontarnos. Tampoco hay ni que levantar la voz, ni que castigarles, ni exponer al alumno frente a sus compañeros, ya que estas reacciones implicarían una situación aún más incómoda para el alumno, así como un efecto negativo sobre su confianza.
  • Hacer saber al alumno que nos preocupamos por él, y tratar la situación a parte, en privado y en el momento darle su espacio.
  • Dar opciones al alumno: Tener una alternativa de actividad que proponer para darle la opción de elegir (otorgarle autonomía y seguridad). También proponerle realizar la actividad más tarde.
  • Proporcionar instrucciones claras y descomponer la tarea en actividades más pequeñas para que el alumno no se agobie con la tarea.
  • Relacionar la actividad con sus intereses: de esta manera nos acercaremos al alumno y probablemente decidan finalmente unirse a las dinámicas.
  • Motivar al alumno premiando el esfuerzo verbalmente o a través de recompensas.

Cómo futuros docentes, tenemos que ser capaces de empatizar con los alumnos, practicar la escucha activa, observar y ser asertivos.









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